En el país anteriormente conocido como Francia:
Mujeres francesas de origen europeo evitan pisar las calles del distrito este de París para no ser insultadas ni agredidas
CB.- Situación dramática la que ya se vive en amplias zonas de París.
Así por ejemplo, las mujeres que viven en el distrito este de la
capital gala denuncian que no pueden circular libremente por las calles
sin ser insultadas ni acosadas. Cientos de metros cuadrados del distrito
oeste han sido acotados para el exclusivo disfrute de los hombres de
origen no europeo. Las mujeres francesas parecen haber regresado a la
Edad Media. ¿Es ésta la Francia integradora de la que hablaba Emmanuel
Macron durante las elecciones?
La corrección política, o mejor dicho el sometimiento del
‘establishment’ al islam, aconseja no hablar de estos asuntos “menores”.
¿Qué importancia tienen unas cuantas miles de damnificadas frente a la
histórica transformación poblacional que está teniendo Francia? Sólo unos pocos se atreven a
denunciar esta situación: en muchos lugares, por ejemplo, las mujeres
francesas ya no entran por miedo a establecimientos como cafeterías o
restaurantes, salvo que vayan acompañadas por un varón. De repente, la
celebrada República francesa, la de la libertad, igualdad y fraternidad,
las ha desposeído no sólo de la ciudadanía sino del más elemental
sentido de la dignidad.
Una de las denunciantes, una joven de 22 años, se ha atrevido a poner
rostro a estas denuncias. Asegura que no puede salir a la calle
vistiendo falda o pantalón corto sin recibir una catarata de insultos.
Incluso cuenta que, en una ocasión, las imprecaciones dieron paso a una
situación peor aún: un hombre pretendió quemarle el pelo con un cigarro.
“Esto es insoportable. Nos han privado de todos nuestros derechos”,
declaró Natalie, que ha vivido en el barrio durante 30 de sus 50 años de
vida. Dice que la situación nunca fue tan grave y lamenta el desinterés
de las instituciones francesas para poner cambiar una situación que ya
parece irreversible. “El ambiente es agónico, hasta el punto de que
tenemos que cambiar nuestro itinerario, nuestra forma de vestir. Incluso
mucha gente ha renunciado a salir de sus casas”. La descripción nos
recuerda una de esas películas protagonizadas por Charles Bronson, en
las que suburbios de Nueva York son tomados a sangre y fuego por los
criminales. Desgraciadamente, la realidad en Francia empieza a superar
la ficción. La propia Natalie cuenta que una anciana de 80 años vive
aterrorizada sin atreverse a salir luego de unos jóvenes intentasen
violarla en el portal de su edificio.
urélie, de 38 años, admite que no reconoce el barrio en el que vivió
durante 15 años, concretamente en la calle Perdonnet: “El mero hecho de
salir a la calle se ha convertido en un desafío. El país que acuñó el
concepto de libertad ciudadana no es capaz de proteger nuestro derecho a
circular libremente”. Cuenta que la vida social entre los vecinos
franceses transcurre en las casas. “Se reunen para no sentirse tan
enclaustrados”. “Hasta si te asomas a la ventana recibes un vendaval de
insultos”, subraya.
Laure es otra vecina de avanzada edad que trata de evitar el contacto
con la calle. Relata que hace unas semanas, en la plaza de su mismo
nombre, quedó atrapada en una pelea entre vendedores ambulantes. Presa
del terror comenzó a pedir ayuda. Dos de ellos sacaron sendos cuchillos
para amenazarla. “Pensé que había llegado mi última hora”, confiesa.
¿Cómo luchar contra este fenómeno que se extiende como una plaga
bíblica por las grandes ciudades francesas? Las mujeres de La Chapelle
descartan las denuncias policiales por su poca o nula efectividad. “Sólo
nos queda organizarnos y recorrer junto a nuestros familiares
masculinos los lugares que por miedo no nos atrevemos a frecuentar
solas”, ha sugerido Nadine Mezence, de profesión asistenta social. Cree
que estas marchas darían visibilidad al problema en caso de agresiones.
Por su parte, la principal autoridad municipal de Chapelle-Pajol, el
socialista Eric Lejoindre, dice reconocer “la complejidad de la
situación” aunque pide prudencia. “Es la policía la que debe encargarse
de las cuestiones de orden público”.
Relata a continuación que se han llevado a cabo 110 operaciones
policiales y que se habrían saldado con el desalojo de decenas de
vendedores ambulantes y la detención de 884 personas. Pese a los
triunfales datos, Lejoindre reconoce que la zona ya no volverá a
recuperar los niveles de seguridad que tenía antes de que la inmigración
terminara por cambiarlo todo. Por cambiar han cambiado hasta la plaza
Luisa de Marillac, hasta no hace mucho un lugar de juego para los niños.
Hoy ha sido tomado por los traficantes. Los pequeños también tienen que
parapetarse dentro de sus casas. Alguien debería explicarles por qué.
Pero sobre todo, señalarles a los responsables.
Fuente: Alerta Digital
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