Hace unos días. De noche, mientras dormía. El brazo larguísimo, negro, como carbonizado, huesudo con una mano de dedos largos...debajo de las sábanas me atacó agarrándome con su mano y desperté...y no había nadie. Pero estuvo allí.
Nunca tengo sueños de estos ni me despierto tan sobresaltado. Encendí la luz, la apagué y volví a encender varias veces.
Sé que estuvo allí.
¿Sugestión de un obsesionado con el apocalipsis?
No. El maligno me atacó.
Ser de Dios, estar con Dios, te vuelve más apetitoso para el maligno...
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