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27 de agosto de 2013

El señor de la cátedra

Camina soberbio, la cabeza alta, el gesto altivo, mirando con desprecio al resto de los mortales.
El señor de la cátedra se pasea por sus dominios (la Escuela, la Facultad) cual señor del cortijo por sus haciendas, derecho de pernada incluida.
Nadie sabe cuánto sufrimiento hay detrás, que las cátedras no caen del cielo.

La sabiduría, la innovación, las revoluciones intelectuales nacen en las cabezas de los genios y mueren en los despachos de profesores adjuntos, asociados, titulares, doctorandos, catedráticos y demás fauna universitaria.
Allí interpretan y malinterpretan a los genios, prostituyen sus conocimientos, conspiran, intrigan...y entre intriga e intriga, zancadilla y zancadilla vomitan, soberbios, interminables monólogos (lo llaman libertad de cátedra ¡y es un derecho constitucional!) que los alumnos deben asimilar, interiorizar, admirar e idolatrar como a un Dios. Y con suerte alguno de ellos será algún día...¡catedrático!

Cuándo podré retirarme a las montañas, bien lejos de los catedráticos, bien lejos de todo...a crear. Creaciones que serán prostituídas por catedráticos.

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